Castillo de Uceda

Un área desconocida para la arqueología castellano-manchega

Durante años la arqueología medieval en la provincia de Guadalajara se ha concentrado en el suroeste de la provincia con relación a los cambios que significó la primera expansión feudal del siglo XII.  Durante el periodo Emirato Omeya e inicio del Califato cordobés destaca la importancia de la medina de Talamanca, situada 14 km. al sur de Uceda y con la que seguramente conformaba un territorio común durante los siglos VIII – IX d. C. La medina controlaba los nudos de comunicación y el ascenso a Somosierra mediante un sistema de atalayas.

Las fuentes documentales sobre Uceda son limitadas en época altomedieval. Tras la ocupación castellana en el norte de la Alcarria, el territorio de Uceda se disgregó a partir del siglo XIV conformando nuevos asentamientos como Torrelaguna, Torremocha del Jarama y la Talamanca Medieval. Las Cartas Arqueológicas de estos municipios han supuesto una aproximación al Patrimonio Arqueológico del territorio. Este castillo supone una investigación más amplia sobre el periodo medieval del territorio castellano-manchego.

La vida de un alcázar olvidado

La última construcción de la fortaleza se dio en periodo bajomedieval, la cual estuvo en uso hasta el siglo XVI. Tras su abandono ha sufrido un expolio continuado hasta la segunda mitad del siglo XX. A pesar de ello, el alcázar perduró en la memoria colectiva de la localidad manchega.

Hacia el siglo XV el castillo bajomedieval sufre una reestructuración y reconstrucción. Los lienzos hasta ahora identificados presentan una sillería exterior con sillares rectangulares de piedra caliza de gran tamaño, cubriendo un interior de cantos rodados de gran tamaño, ladrillos y cal. Este tipo de construcciones se realizaban con el fin del soportar el impacto de proyectiles. Gracias a los trabajos realizados se han podido identificar las fases de expolio, incluso la existencia inicial de una fabrica centrada en la sillería de cal pero que no se conserva en su mayoría.

La zona de extramuros ha evidenciado una continuidad de ocupación hacia finales del siglo XVI, momento en el cual se empleaba la vía de ascenso desde el Jarama, y que servía además como acceso a la fortaleza. Su articulación amortizó estructuras previas que podrían haber sido dos torres que flanqueaban el castillo. El castillo presentaba dos o tres pisos en la zona intramuros, con una pavimentación en cerámica selladas por el derrumbe del techo, pero que se corresponden con un espacio de zona común de uso. Este espacio fue utilizado hasta finales del siglo XVI cuando se produce el colapso y ruina del castillo.

La medina estaba rodeada por una muralla con cuatro torres y dos puestas de acceso. El castillo además presentaba una alcazaba central con un espacio diáfano. Para acceder al castillo se debía cruzar un foso antes de llegar a la puerta en codo. El interior del recinto amurallado del alcázar se extiende por toda la superficie de la cima del cerro, además. Resulta llamativo la ocupación del yacimiento en varias fases, evidenciado por la superposición de las estructuras localizadas.

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