Un 26 de septiembre del año 1526, el navío comandado por Bartolomé Ruiz, el mejor piloto de la flota de Francisco Pizarro, se encontró en la costa del Cabo Pasado (Ecuador) una balsa manejada por dieciocho personas. Después de dos años navegando desde Panamá, esta fue la primera buena noticia que recibieron. Se quedaron asombrados con la mercancía que llevaban los navegantes, destacando entre metales preciosos dos mantas de lana y algodón y unas conchas marinas denominadas por las sociedades andinas como Spondylus o mollu.
Estos navegantes formaban parte de la cultura Manteña, que convirtió las conchas de mullu en un elemento de riqueza y desarrollo mediante un comercio activo que se desarrolló desde el centro de la Costa Ecuatoriana. El estado manteño se extendía por las actuales provincias de Manabí y Guayas (Ecuador) y se conformaba de un conjunto de núcleos urbanos.
La cultura manteña no ha sido tan estudiada como otras sociedades prehispánicas andinas. Una primera aproximación científica se produjo a principios del siglo XX de la mano de un profesor de la Universidad de Columbia, H. Saville, el cual desembarcó en la costa ecuatoriana para obtener objetos arqueológicos para los museos. En esta expedición localizó uno de los asentamientos más importantes de la cultura, el Cerro de Hojas-Jaboncillo, el cual se encontraba próximo a unas sillas monumentales de piedra.
El nombre de esta cultura proviene del área en la que se encuentra, ya que los primeros españoles que llegan a la zona remarcan la presencia peces-manta. Durante el dominio del Imperio inca fueron ligeramente independientes debido a la producción de spondylus. Los conquistadores españoles se sorprendieron por la organización y desarrollo urbano.
Los arqueólogos ecuatorianos J. Jijón y E. Estrada identificaron la cultura en el área central de la costa a través de varios yacimientos en la década de los 50 y 60, y plantearon la idea de la existencia de un Estado llamado «Liga de Mercaderes» conformado por estas ciudades.
continuidad y ruptura. Nuevas realidades de desigualdad en la costa ecuatoriana central (siglos XVI-XVII)
En 2018 comenzó el Proyecto Perduraciones, continuidad y ruptura. Nuevas realidades de desigualdad en la costa ecuatoriana central (siglos XVI-XVII), trabajando conjuntamente el Área de Arqueología de la Universidad de Alcalá y el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural de Ecuador (INPC) para analizar los cambios sociales y materiales que se produjeron en el área central de la costa ecuatoriana con la llegada de los europeos entre los siglos XVI y XVII, a su vez se caracterizaba el periodo final de la cultura manteña (siglos XII-XV). El proyecto fue financiado por el Ministerio de Cultura de España con su programa de Excavaciones en el Exterior y la Fundación PALARQ.
Primera fase
Se llevó a cabo una revalorización del Patrimonio Cultural recuperando la arquitectura tradicional en bambú.
Segunda fase
Se estudió la continuidad en técnicas de producción alfareras prehispánicas con permanencia en la actualidad.
Un complejo pesquero de 6 kilómetros de corrales marinos
La campaña de 2018 también implicó una prospección arqueológica del área costera ubicada entre Ligüiqui y el sur de la ciudad de Manta, documentando un gran complejo pesquero extendido a lo largo de 6 km por la línea de costa, realizando una pesca pasiva. Las estructuras, denominadas «corrales marinos», formaban terrazas marinas artificiales de planta semicircular donde se explotaban especies de peces desde época prehispánica. Los corrales se construyeron con lajas de piedra colocadas de manera atizonada permitiendo que entre agua y arena, además, se han localizado de manera poco frecuente unas divisiones dentro de los espacios conocidos como «corralillos chicos».
Esto facilita el proceso de pesca, ya que la división desorienta a los animales, favoreciendo la acumulación de estos en el interior y orientar el proceso de salida de agua. Los corrales presentaban en los extremos de los vértices unas estructuras que podrían haber sido unos espacios que controlaban la salida de agua con elementos vegetales o cuero. Estas aberturas usadas como trampas y controles hídrico. Actualmente algunos de estos corrales se siguen empleando por las poblaciones locales para el marisqueo y la pesca de pulpos.
En 2019 se llevaron a cabo las excavaciones en el espacio central del yacimiento, donde se identificó una tola, un edificio sobreelevado al estilo de los zigurat, del siglo XV pero asociado a la cultura manteña tardía. Es un elemento que permite apreciar la estructura social que encontraron los españoles. A pesar de que se desconoce la planta completa, tiene una extensión de unos 500 metros cuadrados, y se accedía a él a través de una rampa. Se erigía sobre un área urbanizada donde se ha identificado una necrópolis.
Las dataciones por radiocarbono indican que ha habido una superposición de ocupaciones desde el 350 d.C. hasta el siglo XVI d.C. La excavación permite además gracias a los restos óseos y materiales la importancia que tenía el mar en la sociedad manteña.
El proyecto incluyó unas excavaciones que se centran en el complejo del Cerro de Hojas-Jaboncillo, con una cronología de ocupación de entre el siglo X y el XVI d.C. Este espacio es un conjunto habitacional y ceremonial de unas 3.500 hectáreas organizado en terrazas para aprovechar el agua y facilitar el regadío de cultivos. Junto a las sillas manteñas se recuperó un conjunto escultórico y figurativo. Una parte del complejo aun estaba en uso con la llegada de los europeos.
Los trabajos de prospección y teledetección con LiDAR permitieron localizar grandes conjuntos del yacimiento ocultos tras la vegetación del bosque húmedo tropical. Este proyecto se complementó con la investigación del Centro Histórico de la ciudad de Portoviejo, cuyas excavaciones dedujeron que el primer núcleo de ocupación español data del 1535, y las cerámicas hechas a torno en Panamá que se localizaron permitieron observar el la interacción entre la cultura manteña y el modelo de ocupación europeo.
