Yacimiento de reccopolis

La gran fundación urbana de época visigoda

En el año 578, el rey visigodo Leovigildo fundó la ciudad de Reccopolis en el centro peninsular, nombrándola en honor a su hijo Recaredo. Esta ciudad fue dotada de murallas y obras públicas, simbolizando la consolidación del poder visigodo.

Desde 1944, las excavaciones arqueológicas han revelado parte de la ciudad, al menos unas 24 hectáreas, con importantes infraestructuras como acueductos, caminos, zonas agrícolas, canteras y molinos.

Durante el periodo visigodo, Reccopolis experimentó una fase constructiva destacada con la edificación del complejo palatino y una muralla de 2 km. La ciudad creció en torno al poder real, con un desarrollo artesanal y urbanístico.

Aunque Reccopolis perduró hasta el siglo IX, sufrió transformaciones, especialmente tras la llegada del periodo de al-Ándalus en 711. Cambió su diseño urbano, con más espacios domésticos cerca de zonas productivas y la reestructuración de calles secundarias. A pesar de estos cambios, la ciudad continuó siendo un núcleo urbano activo durante siglos.

A finales del siglo VIII y comienzos del IX, gran parte de Reccopolis fue abandonada, concentrándose la población en torno al conjunto palatino. Muchas zonas dejaron de usarse como espacio urbano y fueron niveladas con arcilla, transformándose en áreas agrícolas, lo que sugiere un cambio planificado.

Este proceso se intensificó tras un incendio en el edificio sur del palacio, que provocó su colapso. Sobre estos restos se erigió una cerca, y el uso del conjunto palatino se redujo al sector norte, que funcionó como fortificación.

La ciudad vivió una clara ruralización en el siglo IX, dentro del contexto de aparición de nuevos centros de poder durante el Emirato, como la fundación de Zorita. Esta nueva medina creció y en el siglo X se convirtió en la capital de una kura. Según el historiador andalusí al-Razi, su fortaleza era robusta porque se construyó con piedras reutilizadas de Reccopolis, que en esa época funcionaba como una gran cantera.

La historia de Reccopolis continuó tras la época visigoda con una ocupación menor en el siglo XI, de la que se han hallado algunas monedas. Tras la conquista de Toledo por Castilla en 1085, surgió una aldea junto a la antigua basílica visigoda, que creció hasta ocupar dos hectáreas hacia el siglo XIV.

Durante este periodo, la iglesia fue reformada y convertida en la ermita de la Oliva, reutilizando partes de la antigua estructura. Alrededor de ella se formó una gran necrópolis usada entre los siglos XII y XVII, lo que demuestra su importancia como lugar de culto. En 1576, las Relaciones Topográficas de Felipe II aún mencionaban celebraciones religiosas allí, como una procesión «en honor al rey Pepino», y destacaba la visibilidad de la antigua muralla junto al Tajo.

Sin embargo, a partir del siglo XVII, la memoria de Reccopolis se desvaneció hasta que, a fines del siglo XIX, el historiador Juan Catalina García redescubrió su ubicación. Su trabajo sentó las bases para las primeras excavaciones arqueológicas que comenzaron en 1944.

El yacimiento

El Conjunto Palatino

El centro del poder en Reccopolis se encontraba en el complejo palatino, ubicado en la parte más alta de la ciudad. Este conjunto de grandes edificios, dispuestos alrededor de una plaza, era el mayor conocido en Europa occidental en los siglos VI-VII, y visible desde toda la urbe y sus alrededores.

Además de servir como residencia de altos dignatarios, estos edificios cumplían funciones administrativas y de gobierno. Se construyó en la primera fase de la ciudad y fue ampliado y reformado con el tiempo. Estudios con georradar indican que el sector oriental podría haber sido la zona residencial.

El acceso al complejo se hacía por una gran puerta monumental, uno de los elementos arquitectónicos más elaborados, que conectaba el palacio con el resto de la ciudad y donde convergían las principales vías urbanas.

La Basílica

En la parte oriental de la plaza de Reccopolis se hallaba la iglesia palatina, el templo más importante y elaborado de la ciudad. Tenía planta de cruz latina con tres naves, lo que permitía una liturgia compleja. Contaba con un gran baptisterio, donde en los años 40 se halló un tesoro de monedas visigodas (tremises).

El suelo del templo era de opus signinum, un tipo de hormigón romano, y fue construido con sillería de piedra tobiza, destacando la cabecera por su calidad. En las primeras excavaciones (1944–45) se encontraron basas de columnas reutilizadas y un cancel de mármol que hoy se conserva en el Museo Arqueológico Nacional.

El edificio fue abandonado en el siglo IX. Con la llegada de mozárabes desde Calatayud en el siglo XII, se reconstruyó parcialmente y, a partir del siglo XIV, se reutilizó como ermita.

La zona comercial y productiva

Junto a la calle principal, cerca del palacio y tras la puerta monumental, se hallaron dos grandes edificios dedicados a actividades comerciales y artesanales. Estaban organizados en tiendas con talleres, almacenes y viviendas en su interior, estructurados en módulos rectangulares.

En el lado occidental se descubrió un taller de vidrio con un gran horno circular y estructuras asociadas para procesar y enfriar el material. Usaban vidrio reciclado y arena. También se encontraron hornos secundarios y cubetas de decantación.

Durante el siglo VII, la producción artesanal creció, con nuevos talleres cerca del acceso al palacio y rediseño de las zonas vecinas. En el edificio oriental se identificó un taller de orfebrería, donde se hallaron moldes para pendientes y anillos, balanzas y restos de metales como oro, plata y bronce, usados para fabricar joyas como fíbulas y broches.

Entidades financiadoras